VERSOS EN SOMOZA

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miércoles, octubre 16, 2002



El relato Nada es publicado  en el año 2006 en la antología  Imágenes de mujer ( Certámenes de Relatos breves 2000-2005). ISBN:84-241-1498-1

Con este relato gané el XIII Certamen de Relatos Breves " Imagenes de mujer" en la modalidad de Mejor autora leonesa. Concedido por el Ayuntamiento de León.


NADA

“¡Baja!” gritaba desde la calle una y otra vez “¡Bajas o no bajas! ¡Pero qué coño haces desgraciada!” “Bajo ya pero cállate por Dios” murmuré desde algún  lugar recóndito de mi exigua conciencia sin esforzarme por hacerla oír, sin ni siquiera  mover los labios. No era pereza lo que me impedía abrir los ojos y salir de la cama sino una resaca salvaje, así que haciendo acopio de fuerzas y sin apenas mover los párpados me senté y después muy lentamente, fui hasta la ventana para hacer una señal y que se callara de una vez por todas. “Vístete guarra, y baja de una puta vez”. La vi de refilón, bajo el sol estrepitoso del día mas luminosos del verano, allí estaba en jarras, con las piernas abiertas y la cara gorda y colorada vuelta hacia arriba, con la expresión desagradable de vieja puta.. Era medio día y hacía calor.
            Recogí la ropa del suelo y me la empecé a poner otra vez sin hacer nada por evitar las gotas de sudor que corrían por mis costados, con los ojos cerrados mientras me vestía abandonada al olor amargo y caliente del sudor, al olor a tabaco y ron de la blusa, al olor de colonia barata de hombre, y al olor del pubis húmedo y oscuro incrustado entre las piernas abiertas y delgadas: “Narciso no era más bello que yo” murmuré sonriendo patéticamente.
            El estomago maltratado, la garganta seca y dolorida, la lengua adormecida se pegaba al paladar; no encontré los calcetines y me tuve que poner las botas con los pies desnudos “Se me levantará la postilla otra vez, sangrará, dolerá... se volverá a infectar”
            En la habitación había un lavabo debajo de un espejo sucio, sucio de engullir sucia luz, sucio color. Un espejo sucio y mudo testigo pasivo de sucia mediocridad. Me eché agua en la cara, en el pelo en el cuello. Llené la boca y luego escupí. Su sabor insípido hizo que vomitara allí mismo, bilis, solo bilis. Las arcadas una detrás de otra me hacían convulsionar golpeándome en la frente contra el mugriento lavabo. Corría el agua, la bilis, la sangre por la piedra negruzca y por la cara también. Mientras tapaba la herida con un montón de papel higiénico pensé que era un buen momento para llorar, mirando al espejo y con sarcástica sonrisa me lo pregunté de viva voz: “¿Lloras querida o prefieres dejarlo para otra ocasión?... será mejor dejarlo para mañana con el resto de mi vida”.
            Un gruñido me sacó de aquel inútil monólogo, sobresaltada y bruscamente me di la vuelta. La realidad estaba allí tendida en la cama, en forma de hombre desnudo, peludo y blanco con rojeces en la piel sebosa y brillante, desparramado como estaba me dio asco, al final siempre me dan asco. Recogí sus pantalones del suelo y sacando la cartera de uno de sus bolsillos cogí lo que era mío, ni más ni menos. Un escalofrío sacudió mi espalda y un dolor agudo hizo que me sujetara con fuerza entre las piernas, sentí que algo se quería escapar por ahí, o tal vez romper, o tal vez secar “No, no lloraré, mierda”, “¡Baja!” y bajé.


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