El relato Nada es publicado en el año 2006 en la antología Imágenes de mujer ( Certámenes de Relatos breves 2000-2005). ISBN:84-241-1498-1
Con este relato gané el XIII Certamen de Relatos Breves " Imagenes de mujer" en la modalidad de Mejor autora leonesa. Concedido por el Ayuntamiento de León.
NADA
“¡Baja!” gritaba desde la calle una y otra vez “¡Bajas o no
bajas! ¡Pero qué coño haces desgraciada!” “Bajo ya pero cállate por Dios”
murmuré desde algún lugar recóndito de
mi exigua conciencia sin esforzarme por hacerla oír, sin ni siquiera mover los labios. No era pereza lo que me
impedía abrir los ojos y salir de la cama sino una resaca salvaje, así que
haciendo acopio de fuerzas y sin apenas mover los párpados me senté y después
muy lentamente, fui hasta la ventana para hacer una señal y que se callara de
una vez por todas. “Vístete guarra, y baja de una puta vez”. La vi de refilón,
bajo el sol estrepitoso del día mas luminosos del verano, allí estaba en
jarras, con las piernas abiertas y la cara gorda y colorada vuelta hacia
arriba, con la expresión desagradable de vieja puta.. Era medio día y hacía
calor.
Recogí la
ropa del suelo y me la empecé a poner otra vez sin hacer nada por evitar las
gotas de sudor que corrían por mis costados, con los ojos cerrados mientras me
vestía abandonada al olor amargo y caliente del sudor, al olor a tabaco y ron
de la blusa, al olor de colonia barata de hombre, y al olor del pubis húmedo y
oscuro incrustado entre las piernas abiertas y delgadas: “Narciso no era más
bello que yo” murmuré sonriendo patéticamente.
El estomago
maltratado, la garganta seca y dolorida, la lengua adormecida se pegaba al
paladar; no encontré los calcetines y me tuve que poner las botas con los pies
desnudos “Se me levantará la postilla otra vez, sangrará, dolerá... se volverá
a infectar”
En la
habitación había un lavabo debajo de un espejo sucio, sucio de engullir sucia
luz, sucio color. Un espejo sucio y mudo testigo pasivo de sucia mediocridad.
Me eché agua en la cara, en el pelo en el cuello. Llené la boca y luego escupí.
Su sabor insípido hizo que vomitara allí mismo, bilis, solo bilis. Las arcadas
una detrás de otra me hacían convulsionar golpeándome en la frente contra el
mugriento lavabo. Corría el agua, la bilis, la sangre por la piedra negruzca y
por la cara también. Mientras tapaba la herida con un montón de papel higiénico
pensé que era un buen momento para llorar, mirando al espejo y con sarcástica
sonrisa me lo pregunté de viva voz: “¿Lloras querida o prefieres dejarlo para
otra ocasión?... será mejor dejarlo para mañana con el resto de mi vida”.
Un gruñido
me sacó de aquel inútil monólogo, sobresaltada y bruscamente me di la vuelta.
La realidad estaba allí tendida en la cama, en forma de hombre desnudo, peludo
y blanco con rojeces en la piel sebosa y brillante, desparramado como estaba me
dio asco, al final siempre me dan asco. Recogí sus pantalones del suelo y
sacando la cartera de uno de sus bolsillos cogí lo que era mío, ni más ni
menos. Un escalofrío sacudió mi espalda y un dolor agudo hizo que me sujetara
con fuerza entre las piernas, sentí que algo se quería escapar por ahí, o tal
vez romper, o tal vez secar “No, no lloraré, mierda”, “¡Baja!” y bajé.
®