Día de los Derechos Humanos. Red internacional de lecturas solidarias ESCRITOR@S POR CIUDAD JUÁREZ.
DL:LE 467-2018
Me
voy de vacaciones
( hoy no te mato con mi silencio)
Negra espesura
pensamiento negro
cauce fallido.
Una barra de pan por un casquillo
de bala.
Vacaciones en la Bahía de Kotor
en Capri en Nejar en Djerba en Satorine,
mi cuerpo bronceado flotando
en la fosa común de todos los cuerpos.
Un cuerpo más, el mío vivo el vuestro bien muerto.
Mi última operación de estética,
antes de venir de vacaciones,
ha sido perforarme los tímpanos
para no oírles llorar
cuando las olas arriban en la
blanca playa.
Las nubes no son nubes
son vuestros sueños.
Tumbada en la orilla el sol me broncea
ellas pasan y pasan
altas lejanas solitarias.
El próximo verano: me arrancaré los ojos.
pensamiento negro
cauce fallido.
Una barra de pan por un casquillo
de bala.
Vacaciones en la Bahía de Kotor
en Capri en Nejar en Djerba en Satorine,
mi cuerpo bronceado flotando
en la fosa común de todos los cuerpos.
Un cuerpo más, el mío vivo el vuestro bien muerto.
Mi última operación de estética,
antes de venir de vacaciones,
ha sido perforarme los tímpanos
para no oírles llorar
cuando las olas arriban en la
blanca playa.
Las nubes no son nubes
son vuestros sueños.
Tumbada en la orilla el sol me broncea
ellas pasan y pasan
altas lejanas solitarias.
El próximo verano: me arrancaré los ojos.
©Cristina Flantains
ESPERANZA
La Esperanza solo fue
una amiga asustadiza;
se sentaba al otro lado
de la reja de mi celda
a observar cómo se iba cumpliendo mi destino,
igual que hacían los hombres de corazón egoísta.
En su miedo, podía llegar a ser cruel:
a través de los barrotes, uun lúgubre día,
miré hacia fuera para verla allí,
¡y ella apartó su rostro!
Como un falso guardián haciendo una guardia falsa,
aun cuando había lucha ella susurraba paz;
cantaba mientras yo lloraba ,
pero, si yo escuchaba, se callaba.
Era falsa e implacable:
cuando mis últimas alegrías cubrían el suelo
y hasta la Pena miraba con remordimientos
aquellas tristes reliquias desperdigadas,
la Esperanza, en cambio, cuyo susurro habría sido
un bálsamo para mi convulso dolor,
abrió sus alas y se remontó a los cielos,
se marchó, ¡ y ya jamás volvió!
© Emily Brönte