VERSOS EN SOMOZA

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jueves, marzo 08, 2018



Depósito legal: LE 28-2018





CONCHA ESPINA
( Inspirado en la “Esfigie Maragata”)
    A ver Rogelio, acércate  a mí, y préstame la luz de ese fósforo para que yo vea en la inmensidad de este mar de olvido, allá en el horizonte perdido, qué muro, qué accidente geográfico imponente y grave impide que su voz llegue hasta aquí, trascendiendo, como lo hizo la de otros igual o menos audaces, igual o menos poetas.
La ceremonia del olvido se perpetra a fuerza de callar, de callar y silenciar, bien lo sabemos, y a fuerza de esconder la voz y la palabra.
            Qué hubo de malo en hablar “de  bravos países de poesía y de leyenda de amor y de piedad”,  en concederle al aire y al horizonte el humano don de consolar, en mentar el alma que, si es requerida, vibra sin tapujos mucho antes de que en el cuerpo acampe el deseo o el destrozo, en decir “ese hombre me quiere comprar” o en renegar de la alegría del sacrificio cristiano que jamás de los jamases Dios recompensa.
            Qué mal hay en mentar la luz una y otra vez, ya sea para ver, para entender, para ahuyentar el miedo o para buscar su ausencia  y hacer el duelo de las cosas que nos ponen tristes cuando nos atrapan, sin saber bien por qué. Y en hablar de huir y de esconderse y de ver cómo salir de aquí, de ahí, desde un paisaje amigo que entre líneas se derrama como único consuelo  viniendo a decir: el mundo es tuyo aunque no lo tomes.
Habla Cocha de la vida de los vivos con su voz de mujer sin enmascarar. Escribe desde dentro deslizándose sobre el  renglón con la exquisita descompostura de la amante que solo entiende de dar, -tanto hay entre las manos-; dibujando la palabra en la porción de realidad que nos eleva -da igual que sea inteligencia o imaginación-, aderezándola en el silencio del pensamiento con el polvo de estrella que le corresponde y bajándola, después, hasta el corazón; empujándola por los pulmones para que luego, despacio, se derrame por las manos hasta llegar al renglón y reposar como semilla en surco, hasta que tú la aprehendas y, deslizándote sobre ese  reglón que te proponen con la misma exquisita descompostura de la amante, solo entiendas de dar lo que de ella,  has recibido.
    A ver Rogelio, a ver si vemos algo hermano, amigo, acerca la llama hombre quiero saber por qué naufraga Concha en esta inmensidad, en este mar, en este olvido. Ya lo veo y escrito por ella está:
      “Yo soy una mujer: nací poeta,
       y por blasón me dieron
       la dulcísima carga dolorosa
       de un corazón inmenso...”