Depósito legal: LE 28-2018
CONCHA ESPINA
( Inspirado en la “Esfigie Maragata”)
—
A ver Rogelio,
acércate a mí, y préstame la luz de ese fósforo para que yo vea en la
inmensidad de este mar de olvido, allá en el horizonte perdido, qué muro, qué
accidente geográfico imponente y grave impide que su voz llegue hasta aquí,
trascendiendo, como lo hizo la de otros igual o menos audaces, igual o menos
poetas.
La ceremonia del olvido se
perpetra a fuerza de callar, de callar y silenciar, bien lo sabemos, y a fuerza
de esconder la voz y la palabra.
Qué hubo de malo en hablar “de bravos países de
poesía y de leyenda de amor y de piedad”, en concederle al aire y al
horizonte el humano don de consolar, en mentar el alma que, si es requerida,
vibra sin tapujos mucho antes de que en el cuerpo acampe el deseo o el
destrozo, en decir “ese hombre me quiere comprar” o en renegar de la
alegría del sacrificio cristiano que jamás de los jamases Dios recompensa.
Qué mal hay en mentar la luz una y otra vez, ya sea para
ver, para entender, para ahuyentar el miedo o para buscar su ausencia y
hacer el duelo de las cosas que nos ponen tristes cuando nos atrapan, sin saber
bien por qué. Y en hablar de huir y de esconderse y de ver cómo salir de aquí,
de ahí, desde un paisaje amigo que entre líneas se derrama como único consuelo
viniendo a decir: el mundo es tuyo aunque no lo tomes.
Habla
Cocha de la vida de los vivos con su voz de mujer sin enmascarar. Escribe desde
dentro deslizándose sobre el renglón con la exquisita descompostura de la
amante que solo entiende de dar, -tanto hay entre las manos-; dibujando la
palabra en la porción de realidad que nos eleva -da igual que sea inteligencia
o imaginación-, aderezándola en el silencio del pensamiento con el polvo de
estrella que le corresponde y bajándola, después, hasta el corazón; empujándola
por los pulmones para que luego, despacio, se derrame por las manos hasta
llegar al renglón y reposar como semilla en surco, hasta que tú la aprehendas
y, deslizándote sobre ese reglón que te proponen con la misma exquisita
descompostura de la amante, solo entiendas de dar lo que de ella, has recibido.
—
A ver Rogelio, a ver
si vemos algo hermano, amigo, acerca la llama hombre quiero saber por qué
naufraga Concha en esta inmensidad, en este mar, en este olvido. Ya lo veo y
escrito por ella está:
“Yo soy una
mujer: nací poeta,
y por blasón me
dieron
la dulcísima
carga dolorosa
de un corazón
inmenso...”
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